Brunch y amén
Es domingo, vives en Madrid, hace un tímido sol que clarea las calles. Toca brunch. Como hace años tocaba misa, como por las tardes toca el fútbol: no es algo que elijas, es una tradición, una peregrinación a un templo. En este caso, la romería culmina en Osadía Nikkei 14 que, para que no camines mucho, está incrustado en pura Gran Vía.
El espacio se estira diáfano, moderno, entre un cielo que atardece en el techo, un azul oscuro mate escurriendo pared abajo y unas mesas que podrían ser dos casillas de un ajedrez. Ah, hay neones en cuadros y frases en las paredes. Luce bonito, para qué os voy a engañar. Y sabiendo lo que nos gusta hacernos fotos en los espejos, Osadía Nikkei pone a vuestra disposición una columna llena de ellos que, además, adorna de profundidad al local.
Es domingo, vives en Madrid y saliste anoche, por lo que pensar, lo que se dice pensar, no debe ser tu actividad favorita en este mediodía dominical. Osadía Nikkei te conoce, bribón, te tiene calada, bonita, y por eso despliega sus encantos sin esperar a que decidas: el menú brunch tiene los entrantes cerrados. Desfilan ante tus ojos y paladar que la mesa se disfraza de pasarela Cibeles. Los dos primeros en llegar son enemigos íntimos entre sí: bollería y embutidos (chorizo, salchichón y quesos). Destaca el sabor ahumado de uno de los quesos y, bajo mi particular fetiche, el chorizo. La bollería nos descolocó.
Al ratito aparecen flotando en manos del atento servicio unos nachos con un guacamole increíble (toquecito ganador de cebolla morada), gyozas de langostino, una bolita de arroz frito coronada con salmón marinado (apunté: “disparo con silenciador” porque la explosión del salmón la rebaja con acierto el arroz) y, aquí paremos un momento, un plato de edamames salteados al wok. Qué maravilla en su sencillez, qué vicio descascarlos como pipas, qué potencia la salsa de ají limo, yondu y mirim.
Y después toca elegir, porque tampoco nos iban a dar todo mascado en esta vida. Más difícil la decisión que hacer la lista de la selección brasileña. Ahí va la lista de convocados: tosta de aguacate con tofu, huevos benedictinos con bacon (voy a volver a por vosotros, sabedlo), hamburguesa de vaca, tablita de sushi y, por último, nuestros elegidos: brioche de costilla desmenuzada y yakitori de pollo marinado en teriyaki. ¿Quién podría no pedir un “yakitori de pollo teriyaki”? Si es que se saborea mientras lo pronuncias, hasta te sientes un poco Rosalía.
Sin embargo, debo reconocer que fue un pequeño tropiezo. La salsa cumplía, aunque el pollo nos llegó un puntito crudo. Tampoco era para pensar que iba a salir volando del plato, pero sí le faltó un minutito de cocción. La carne del brioche, por el contrario, estaba en su punto justo, jugosa y expansiva en la boca.
Antes de empezar párrafo dulce, confieso que no soy el más dulcero de la revista. Intento que mi acompañante lo sea y suele recaer sobre él o ella la valoración de los postres. Hoy no, hoy me veo con capacidad de juzgar lo que, para mí, fue la sorpresa del brunch de Osadía Nikkei. El menú ofrece tres opciones. Si eres (o finges ser) el sano del grupo, existe la posibilidad de pedir fruta de temporada. Como podrás anticipar, querido lector, da la casualidad de que no hay foto de este postre.
Por lo que sea, sí hubo carrete (madre mía, somos viejos) para la del flan de lima y de la tarta de chocolate con helado de jengibre. Ambos constituyen un acierto clamoroso. El primero pone en entredicho la expresión “temblar como un flan”, al presentar una textura densa e inmersiva en el paladar; el segundo huye de la pastosidad propia de algunas tartas de chocolate y posee una frescura ilimitada. Discutíamos mi compañera y yo si ese aliento helado se lo aportaba el jengibre o el cardamomo. Además de viejos, snobs. Que está buenísima la tarta, en resumen.
Me olvidaba de un dato, toda esta comida fue regada por un zumo de naranja y granadina bastante dulzón. Y luego, como ya pasaba mediodía y mi madre me lo permite, acompañé la segunda parte del brunch con un Coco Rosé, un cóctel que mezcla ginebra y vermut (ya rompí el ayuno la semana pasada así, muy recomendable) con coco, jengibre y tónica yuzu.
Tres frambuesas flotan en el combinado; haz que su naufragio valga la pena. Oh, y nos dieron un consejo de esos que os gustan, que suena a medio clandestino, un secreto de los que permite quedar de buen anfitrión. ¿Os imagináis que ahora me lo callo? Sería una pena que os quedarais sin ir a la recepción del hotel Smart Rental, que comparte rellano con Osadía Nikkei, que no pulsarais el siete en el ascensor y no disfrutarais de las vistas sobre Gran Vía en una de las terrazas más exclusivas de Madrid.
Datos de Interés:
Qué: Restaurante japo-peruano Osadía Nikkei 14
Dónde: C/ Gran Vía, 14
Cómo llegar: Metro Gran Vía (L1, L5); Banco de España (L2) | Bus 1, 2, 3, 46, 74, 146
Horario: Lunes a viernes 07:30-01:00 | Sábado y domingo 08:00-01:00
Precio: 25€ (Menú brunch) | 32€ con cóctel incluido