Hacia el mundo con escala en México
Que es jueves y que es primavera lo sé por tres razones: tengo la nariz totalmente taponada por la alergia (primavera), el cuerpo me va pidiendo jaleo (jueves) y Cantina 34 está hasta arriba (jueves de primavera). Nada más entrar, nos abrimos paso casi a empujones hasta nuestra mesa, porque el local rebosa de trajes y corbatas recién salidos de la zona de Azca. Están de afterwork, que es la manera fina de decir “irse de cañas después del curro”. Ambiente hay, eso es innegable.

Montaña de Don Ignacios.
Conseguimos hacernos un hueco y llegar a nuestra mesa, que tiene una atmósfera casi contraria a la de la barra. Tampoco lo catalogaría como íntimo, porque el ruido se come cualquier oportunidad de susurrar, pero sí tiene un aspecto más personal, más de restaurante cuidadoso con sus comensales. Lo es. Enseguida nos atiende un amable camarero y también enseguida encontramos frente a nosotros dos cócteles: un daiquiri y un mojito de maracuyá. El daiquiri denota más presencia alcohólica, el mojito opta por un sendero de frescura y densidad.

Cómetelo todo de un bocado, ¡es una orden!
Ay, casi me olvido, la carta es una oda al marketing. A modo de Tik Tok o reels de Instagram, vas deslizando entre platos, que además se muestran en formato vídeo, por lo que puedes ver exactamente con lo que te vas a encontrar. Además, puedes abrirte un perfil y añadir a favoritos lo que más te guste. Es decir, Cantina 34 tiene su propia red social. No sé cuánto cobra el responsable de esa idea, pero es poco.
Enseguida, y esta es la palabra de la noche, porque el servicio destaca por su rapidez, lo cual no resulta sencillo dado lo abarrotado del local… ¿Por dónde estaba? Ah, Cantina 34, jueves de primavera, sí. Decía que enseguida nos toman nota de la comida y enseguida (enseguida paro, lo prometo) nos traen una montaña de nachos a los que hay que llamar Don Ignacios, por respeto y porque así lo dice la carta interactiva que nos enamoró.
Crujientes hasta el final, los Ignacios hacen equilibrios sobre una salsa verde de ¿guacamole?, aderezado con un ingrediente que nos confunde y maravilla por su textura, más cremosa que la del guacamole al uso. Explico en zona spoiler. Por lo demás, unos nachos muy diferentes.

Crujientes por fuera, cremosas por dentro.
Hay que aclarar que Cantina 34 no es un restaurante mexicano. Utiliza México como aeropuerto de escala, como base de la cocina, pero de ahí crece internacionalmente con múltiples tentáculos, que abarcan varias cocinas. Por ejemplo, viaja al sur del continente americano con unos patacones que arriba llevan cochinita, guacamole y cebolla morada. Consejo: abrid bien la boca y dejad que todos los sabores se unan dentro. No falla ninguno. Mis fieles lectores saben que me gusta dejar siempre una pincelada negativa para dar credibilidad al texto: los patacones podrían haber sido una pizca más crujientes, detalle que resaltó mi colombiana acompañante. Sabe bien de lo que habla.

Tacos como debe ser, llenos y jugosos.
Como nos gusta competir, después del patacón colombiano (entre otros, no se me enfade Costa Rica, Cuba, Venezuela, etc…) quisimos ponerle un digno adversario español: las croquetas. También de cochinita, para que fuera un duelo limpio. En este caso sucedió al contrario: lo que no suele crujir, crujía, ya que las croquetas venían erizadas de una masa frita que protegía un interior cremoso y lleno de sabor. Lo siento por esta traición a la madre patria, pero Patacón 9–8,75 Croqueta. Como veis, una deliciosa competición, en la que nadie perdió realmente.

Ceviche forever.
Aunque hemos dicho que Cantina 34 no es un restaurante mexicano… lo parece. Por estética, en la que florecen cactus pintados en paredes y vasos como por lo bien que preparan platos de esta gastronomía. La siguiente sorpresa vino en forma de taco, bien grasiento y bien relleno, como debe ser. Aquí la competición convergía en la pregunta: ¿sí o no? Tu endocrino firma el no, mientras que nuestro paladar dio su sí más placentero. Nuestro manchado plato fue testigo de la suculencia del alimento mexicano por excelencia.

Sí, es una tarta y sí, es de aguacate. ¡Atreveos!
Pero como bien decía, Cantina 34 no es un restaurante mexicano. Va más allá. En concreto, hasta Perú, donde viaja para concebir un ceviche que no tiene nada que envidiarle al de su país de origen. Bueno, aquí me he venido un poco arriba, porque no he estado en Perú, pero si es mucho mejor que el que degustamos en Cantina 34, me voy, como dice Quevedo, “con el equipaje y sin viaje de vuelta”. Si mi madre me viera comiendo pescado crudo con tal delectación… ¡qué colleja le caería a mi yo del pasado! La leche de tigre debería estar prohibida por exceso de swag, como dicen los jóvenes de ahora. Ejem, como decimos nosotros, los jóvenes, quise decir.
Y así, a lo tonto, entre el jaleo del jueves y platos excelentes, se nos fue muriendo la noche. La cerramos con dos postres, debatidos entre la aventura y el conservadurismo. Primero la experimentación: tarta de aguacate. Apta solo para gente que lo aprecie mucho, porque no tiene paliativos de azúcar, es aguacate puro y sabe a puro aguacate. El único gusto tradicional de postre donde agarrarse lo pone el chocolate, que borra lo demás hasta la siguiente cucharada. El otro postre de aventura no tiene nada, galleta, directo al mentón, helado, pum, en tu cara, chocolate. Clásico e infalible.

Galleta, helado, chocolate. Está todo dicho.
Zona spoiler: nos habíamos quedado con la curiosidad del ingrediente secreto del guacamole de los nachos y, giro de guion, el gerente nos aseguró que no llevaba aguacate. Más curiosidad aún. Llamó al chef delante de nosotros y lo confirmó: era una mezcla de chiles suavizados por… un ingrediente secreto. ¡No sea que lo vayamos a hacer en casa!
Zona spoiler dos: Cantina 34 acoge a medio Madrid los jueves por la noche. Se ha llevado toda la juerga de Ponzano y la ha metido en su local. El resto de días a comer, los jueves de cañas; para mí, ese es el código. E, igual que otras veces he recomendado restaurantes para citas o conversaciones de negocios, este lo aconsejo para lo contrario: grandes reuniones de amigos. O bueno, para citas Tinder puede funcionar. Como me dijo en un bar un hombre que tenía más noches que Sabina: “Cuanto más ruido haya, más os acercáis para hablar”.
Datos de Interés:
Qué: Cantina 34, restaurante.
Dónde: Calle de Raimundo Fernández Villaverde, 34
Cómo llegar: Metro Nuevos Ministerios (L6, L8, L10)
Horario: D 13:00-23:00 | L-X 13:00-23:30 | J 13:00-00:00 | V-S 13:00-01:00
Precio: aprox. 25-30€ p.p.