Tardes rosas de Madrid
Qué linda se viste Madrid después de una lluvia de verano. Caminábamos hacia el Miss Sushi de Plaza Santa y las nubes teñían de luz rosada las fachadas de los edificios. Todavía había olor a lluvia en la atmósfera, el asfalto relucía mojado. El ambiente idealizaba la cena y, cuando encontramos Miss Sushi, en una esquinita de la plaza, lo vimos tan rosa y tan sincronizado con nuestro ánimo, que sabíamos que nada podía salir mal.
Desde la puerta nos explotaron las referencias. El símbolo de Miss Sushi nos transportó a la flor de la ciudad de Barcelona, el color rosa y blanco a Hello Kitty, mientras que los neones nos remitían directamente a un Tokio imaginario. La decoración del local se alejaba de la cuadratura típica de la hostelería y jugaba con sinuosidad en un espacio que, aunque aparentaba ser diáfano, acogía a múltiples comensales. Tomamos asiento en una mesa protegida por un inmenso ventanal, por el que seguimos disfrutando del atardecer rosa que caía sobre Plaza de Santa Ana. Y antes de que nos diéramos cuenta, aterrizaron en nuestra mesa dos copas de Marqués de Vizhoja, un albariño muy refrescante y fácil de tomar, que maridó a la perfección con los platos que venían.
El banquete dio inicio con un Bun Tartar con carne de vacuno, cuyo pan, cocinado primero al vapor y después frito, destacaba por su ausencia de grasa, virtud difícil de conseguir en este tipo de creación. Los acompañantes potenciaban el protagonismo de la carne, desde un aguacate que debería ser ley usarlo, hasta la salsa de chile y mayonesa de trufa, sabores fuertes que, sin embargo, no opacaban. A este bocado lo siguió unos fideos salteados al wok con verduras, setas y el auténtico rey del plato, un huevo en el que se confunden las texturas de la yema y la clara, que conquista el paladar desde la sutileza. Los otros grandes aciertos de este Yakisoba los aportan la salsa de soja y la densidad de los noodles, anchos y saciantes.
A estas alturas intuimos que, aunque la comida está buena, Miss Sushi destaca por una palabra que deberíamos ir adoptando como adjetivo: instagrameable, algo así como “muy postureable” (palabra que tampoco existe aún). Ojo, no lo digo en el mal sentido del postureo, repito que también la comida merece la pena, pero la decoración, la distribución del salón, los neones, los palillos, las velas en la mesa, todo invitaba a hacer fotos para ser envidiado.
Justo entonces llegó un ceviche y mis ínfulas de influencer (¡qué sonoridad tiene eso!) se desparramaron por el suelo. Solo pude pensar en el sabor puro de la lubina, en cómo era capaz de desmenuzar los pedazos con la única presión de la lengua. De acompañantes, de nuevo aguacate, gracias al cielo (rosa), cebolla roja y zumo de limón para aportar picante y acidez, redondeados por el cilantro y un toque de kimchi. Cada cucharada alertaba a las papilas, dejaba un poso potente que alargaba el placer unos segundos.
Nos quedaba la recta final y nos enfrentábamos a nada más y nada menos que al denominado “tataki más rico del mundo”, que está aupando la fama de Miss Sushi al siguiente nivel. No he probado todos los tatakis del mundo, ni siquiera los de Madrid, pero para mantenernos humildes, diremos con seguridad que era el mejor de la Plaza Santa Ana y de todo el Barrio de las Letras. La preparación frente a los ojos del comensal con un soplete que sella el lomo alto de atún, pescado con pasaporte de Petaca Chico, en Barbate, Cádiz. Por si su fuerza nuclear no fuera suficiente, viene flanqueado por maíz tostado desmenuzado, salsa sriracha y hierbas recién cortadas. Cuando el atún reposa ya en el lecho de mayonesa de trufa, vieja conocida, la mantequilla con la que se flambeó se recoge en un cuenco, se agita y se vuelve a servir sobre el lomo. No paséis por alto los complementos, dejad que se impregnen bien en la carne del pez, porque no están ahí por casualidad.
Tuvimos una especie de transición hacia el postre, porque el sushi que ordenamos, llamada Tasty Tuna, contenía en su interior un viaje de ida hacia la primavera. En efecto, un pequeño trocito de fresa aligeraba el conjunto de queso cremoso, rúcula, salsas de chile dulce y teriyaki, coronado por atún, coronado a su vez por sésamo rojo. Con un poco de soja, por favor. La mezcla es tan famosa como simple y tan simple como funcional: sushi y soja, éxito asegurado. No sé si empezar párrafo porque lo que viene… sí, merece párrafo aparte.
¡Dios mío! ¡Qué postre! Por los cielos rosas de la ciudad… ¿Quién iba a esperar que la joya de Miss Sushi estuviera escondida en los postres? Pues sí, queridos lectores, así es. Lo debíamos haber sabido desde el nombre: Cheesecake de chocolate blanco, que suena a canción de Bejo y a una tentadora delicia. ¿Empalagosa? Sí, pero de nuevo en el buen sentido, porque conserva el lejano toque a queso junto a una dulzura intensa de la que te pega los labios. De la tarde rosa con la que entramos, salimos de Miss Sushi a una noche azulada, con esas ganas de caminar que te entran después de una estupenda cena.
Datos de Interés:
Qué: Miss Sushi, restaurante japonés.
Dónde: C/ del Prado, 2 | Metro Antón Martín (L1), Sol (L1, L2, L3)
Horario: Lunes-Domingo (13:00-00:00)
Precio: aproximadamente 20 euros por persona.
Contacto: Web