Abarcar mucho, apretar mucho
El Kiosko pone en entredicho la vieja regla de “quien mucho abarca, poco aprieta” por dos razones. En primer lugar, esta franquicia tiene invadido Madrid y sus tentáculos llegan también a Barcelona, Valencia e Islas Baleares, pero conserva un estilo, una esencia, no adolece de esa falta de personalidad que comúnmente se les achaca a las cadenas de restaurante. Abarca mucho, aprieta mucho.
En segundo lugar, los platos que ofrecen tienen influencias sin fronteras: Japón, México, toda la geografía española, orígenes árabes, Italia, Estados Unidos, Venezuela… y en El Kiosko saben respetar las lejanas tradiciones, y también las patrias. Por experiencias anteriores, iba con pies de plomo ante restaurantes que quieren viajar mucho y no se sacan el pasaporte, pero esta vez el paseo salió perfecto. Abarca mucho, aprieta mucho.
El Kiosko se deja ver en mitad de la calle Ponzano, gracias a sus grandes cristaleras y sus dulces luces de neón amarillas. El estilo del local sigue al pie de la letra la moda imperante y conjuga lo industrial de tuberías a la vista o bombillas colgando del cable con lo rústico, en mesas de basta madera sin pulir. También tiene frases en las paredes, eso parece obligatorio últimamente. Sin frase, no hay licencia de cocina. Los tres detalles diferenciales son la vegetación que llueve desde el techo, las dos herrumbrosas bicicletas a modo de cuadro en la pared y los altos taburetes tan de barra española de bar.
Suena Hit the road, Jack y me transporta al metro de Berlín. Arranca el paseo y lo hace con unas minihamburguesas que son el triángulo de las Bermudas: te podrías perder en ellas y no volver a aparecer. Deliciosas, cada una a su manera, representan la gastronomía italiana, mexicana e ibérica. En Italia nos ganó el queso, en México el frescor del pico de gallo y en la mejor, barriendo para casa, nos alucinó el crujiente de la paletilla ibérica. La carne de las hamburguesas mantenía un sabor neutro para dejar brillar a los acompañantes. Las recomiendo sin miedo al fallo.
Listo, dijimos, y alargamos la estancia en México un poco más mediante unos tacos de cochinita pibil. Dilo en alto: cochinita pibil. Ese nombre ya se saborea solo. Carne desmechada, una cebolla que reclama su punto de atención y una salsa que te mancha los deditos y te hace disfrutar de la vida. Por cierto, un chorrito de lima sobre el taco es innegociable.
Como el perfume bueno viene en frasco pequeño, optamos de nuevo por una versión reducida de lo que, esto sí, es un clásico español: la tortilla de patata. Claro que en El Kiosko aportan su toque y le añaden sobrasada. Del metro de Berlín a un incipiente verano mallorquín y, esto solo en lo personal, a los sábados de confinamiento. La sobrasada derretida junto a la masa poco cuajada, como debe ser, de la tortilla, lucía preciosa para la vista y brillaba en el paladar. Además, coronaba el plato unas virutas de jamón crujientes que amenazaban con convertirse en la joya de la noche.
Lo llamativo de El Kiosko es su variopinto menú, que puedes probar cosas que resulta muy difícil encontrar en otro lugar. Está bien, tacos a la altura hallas en algún mexicano, o la tortilla de sobrasada en algunas tabernas baleares, pero lo que vino a continuación dime tú dónde lo puedes encontrar: un kebab ibérico. Ala, ya está. Creo que no es necesaria ni una palabra más para convencerte de ir a El Kiosko, pero como me considero profesional, terminaré el artículo. No solo resulta llamativo, encima es un manjar. La carne de secreto está especiada al punto perfecto, el pico de gallo vuelve a la mesa como acertado acompañante y la salsa de yogur marida con el conjunto a las mil maravillas.
Bastante satisfechos, con unas raciones que ni escasean ni abundan en tamaño, afrontamos la recta final del camino. Los postres. Mi compañera eligió un tiramisú de Oreo, para variar de la omnipresente tarta de queso. Yo no varié y, lo irónico, terminamos cambiando el plato. La tarta de queso al horno se derrite en lo que fue su centro y coge solidez hacia su mayor envergadura. Para mí, un notable bajo. Ahora bien, el tiramisú nada en un mar de Nocilla, te llena la boca como una onda expansiva, te podría durar tres días, literalmente emula la sensación de meter la cuchara en el bote. Estos dos postres nos hicieron entender la diferencia entre disfrutar y pecar. Y realmente fue mi cinturón, y no El Kiosko, el que dio título a esta experiencia. Abarcar mucho, apretar mucho.
Datos de Interés:
Qué: El Kiosko, restaurante con comida muy variada
Dónde: C / Ponzano, 74
Cómo llegar: Metro Ríos Rosas (L1) | Nuevos Ministerios (L6, L8, L10)
Horario: Lunes a domingo 12:00-02:00 | Viernes-Sábado: 12:00-00:00
Precio: aprox. 20-30€ / persona | Carta