Historia viva de Madrid
Café Comercial tiene página propia de Wikipedia. Con eso creo que lo he dicho todo acerca de lo emblemático que es este lugar, por el que han pasado escritores como Antonio Machado, Jardiel Poncela, los combativos Gabriel Celaya y Blas de Otero, y eso solo por nombrar a mis favoritos. Si quieres buscar los tuyos… entra en Wikipedia. Quizá tanta solera se antoje lógica debido a su apertura en 1887, pero hay que darle el mérito de haber aguantado, abierto y en pie en la glorieta de Bilbao, la turbulenta historia española del último siglo.

En noches de flamenco, platos de rabo de toro.
Al Café Comercial se entra por puerta giratoria como a los hoteles de lujo. Y se mira perplejo la decoración, la barra atestada de botellas, las paredes azul oscuro a juego con los sillones de cuero marrón claro. La luz se intuye, como la música. Tiene algo de irreal y algo de clandestino, de histórico y de actual, alo de contradicción paradójica y de explicación precisa. Si se sube unas escaleras, además, se cruzan unas pesadas cortinas rojas, de escenario teatral y, al fondo, se descubre una pequeña tarima, donde ocurrirá la magia.
Nos sentamos a la mesa en un silencioso salón, en el que la gente hablaba, pero de alguna manera se creaba una sensación de tranquilidad. Lo primero que probamos fueron las croquetas. No tienen un solo pero. La bechamel en su punto exacto, cremosa, y muy cuidado el aspecto de la fritura, poco aceitosa.

¿Qué hace una croqueta como tú en un sitio como este?
En orden descendente de entrantes, unos mejillones tigre en cuyo caso la bechamel era ligeramente picante y su exterior crujiente agradaba al tacto y al gusto a partes iguales. Por último, probamos unos huevos rellenos que, personalmente, no recomiendo tanto. No son malos, pero de los tres entrantes fueron los únicos que provocaron una mueca de indiferencia.
Los entrantes, en general, abrieron apetito y vaticinaban una buena noche. No se equivocaron en sus pronósticos: los segundos sí tuvieron la vitola de estrella. Desde el mar, pulpo; desde la tierra, rabo de toro. Del primero nos enamoramos por la vista, porque su emplatado sobre patatas cocidas y una lámina de sabroso mojo picón entraba por los ojos hasta la cocina del placer. Además, esa mezcla del terso pulpo gallego con el potente mojo canario podía representar perfectamente una colaboración entre Quevedo y Xoel López.

Primos hermanos de las croquetas.
Y si el mar juntó a Canarias con Galicia en una analogía perfecta de la naturaleza, la tierra hermanó a Italia, país de la pasta y origen del canelón, con la receta cordobesa del rabo de toro (aunque este ya se consumía en la Antigua Roma, según varios historiadores), castizo como ondea en el lema de Café Comercial. Guiada por esta línea temporal, la mezcla no cae en imperfecciones ni impurezas, sino que camina ese hilo como malabarista por la cuerda floja.

Huevos rellenos durmiendo sobre rúcula.
Aunque para este punto nuestros estómagos pedían clemencia, hay un viejo dicho que voy a inventar, pero que suscribirían varias abuelas, que reza: “Siempre hay sitio para el postre”. No muy seguros de ello, compartimos una tarta de queso que llegó por partes: por un lado y principal, la propia tarta. A su lado, un crujiente trono de migas de galleta para el rey helado; al otro, fresas, arándanos y una salsa de frutos rojos llenaban el plato de color y chispeante acidez. El reto fue de deportistas de élite, nos mirábamos y suspirábamos, pero otro poquito, otro poquito, un poquito más y, como siempre, las abuelas tuvieron razón: hubo hueco para el postre.

Quevedo feat Xoel López.
Y también para el arte. Lo quise dejar para el final para sorprender (y para que leáis el artículo completo). Las noches en el Café Comercial se llenan de arte los jueves. Nosotros tuvimos la infinita suerte de presenciar un espectáculo flamenco que se ganaba a pulso el nombre de “espectáculo”. Al sentarnos y ver que las mesas no estaban orientadas hacia el escenario, tuve mis dudas, no lo niego. Sin embargo, el show llegó a todo el salón perfectamente, el milimétrico taconeo marcaba el ritmo como un director de orquesta.
Ninguno de los artistas pudo brillar en solitario… porque lo hicieron como conjunto. El bailaor exhibió un control extraordinario del cuerpo, el guitarrista rebosaba tanto sentimiento que causaba curiosidad observar los histriónicos gestos de su cara, desatada en muecas de pasión. Por último, la cantaora escondía a Lorca en su garganta. Del más leve “quejío” se podía deducir toda una obra de teatro, visceral y emotiva. Los comensales, transformados en público, dieron su aprobación a que el flamenco entre al Café Comercial por la puerta grande. O por la giratoria, pero que entre.

Un placer a tortas, digo, una tarta a plazos.
Si habéis llegado hasta aquí, bien merecéis que os cuente un secreto. Café Comercial ofrece una agenda cultural para que la cena se os haga aún más amena. Os dejo el link, donde podréis elegir entre música, monólogos, literatura, magia y las más diversas formas de entretenimiento. Para disfrutar de ello, solamente tenéis que decir cuando reservéis: “A mí, por favor, me pone en la sala de arriba”.
Datos de Interés:
Qué: Café Comercial
Dónde: Glorieta de Bilbao, 7
Cómo llegar: Metro Bilbao (L1, L4)
Horario: Domingo-Jueves 08:30-01:00 | Viernes y sábado 08:30-02:00
Precio: aprox. 40-50€ / persona
Más info: Web