Migración digital: las actividades que pasan de lo físico al online
La consolidación de internet en nuestras vidas ha cambiado las rutinas de muchas personas. La gran mayoría de actividades que hace un par de décadas ocupaban toda nuestra atención ahora están acompañadas de las pantallas. Solo hay que ir a una conferencia de trabajo o a una clase de la universidad para ver la evolución de estas actividades. El mundo está en constante transformación y los usuarios tienen la necesidad de ir de la mano de las últimas tendencias.
En este artículo repasaremos un grupo de actividades que han cambiado el mundo físico por lo digital, adaptando sus prácticas a las nuevas maneras de hacer de la población. En concreto, nos centraremos en aquellas relacionadas con el entretenimiento, seguramente el sector con menos resistencia a evolucionar y aquel que cuenta con una serie de usuarios habituados a los cambios constantes. Comentaremos desde las nuevas maneras de ocio hasta el consumo de contenido audiovisual.
El juego, desde la total comodidad y en línea
Hace algo más de dos décadas, algunos ni siquiera lo recordarán, los videojuegos no estaban en nuestros hogares, ni en videoconsolas portátiles ni dispositivos móviles. Si uno quería pasar un tiempo distraído y siguiendo una historia a través de la pantalla, debía acudir a los locales especializados en esas prácticas, como eran los salones recreativos. Estos disponían, además de billares o futbolines, como mantienen algunos ahora, máquinas que permitían disputar una partida. ¿Quién no recuerda el Street Fighter?
Algo parecido sucede con los salones de juegos, ahora migrados a las pantallas y que presentan sus juegos de casino en línea. La actividad que proponen nada tiene que envidiar a la de antaño, pues ofrecen a sus jugadores un amplio abanico de opciones y servicios desde cualquier tipo de dispositivo y en tan solo un clic. Además, en la red hay muchas posibilidades de elección, algo que provoca que cada una de las plataformas presente una serie de promociones y prestaciones a las que uno puede acogerse.
La compra y el consumo de películas y música
No solamente en el juego más puro se pueden encontrar ejemplos de nuevas prácticas. En la actualidad, la manera en la que compramos se ha visto cambiada. Más allá de los gigantes del comercio electrónico, las tiendas físicas especializadas en entretenimiento han dejado paso a portales web. Ejemplo de ello es la compra de videojuegos, que ya es posible a través de la propia videoconsola y sin tener que acudir a ninguna tienda; o los locales de alquiler de películas, ahora totalmente obsoletos debido a la consolidación de las plataformas audiovisuales.
Y es que el mundo audiovisual es seguramente uno de los que más ha variado. Sí, ya no se alquilan películas de manera física, pero los salones de cine también están en horas bajas. En los tiempos actuales, en los que el consumo televisivo también va de bajada, los contenidos más demandados son aquellos bajo demanda que permiten los portales especializados en series y películas bajo una suscripción mensual. Ya no se tiene que esperar a la cartelera del cine o a la programación de una cadena; con un solo clic, miles de opciones disponibles.
Esto también ocurre con otros sectores tradicionales como la música o la literatura. Sobre todo, con el primero, gran parte de la población ya huye de los discos y sus aparatos de reproducción. La tecnología ha brindado la posibilidad de que, mediante algunas aplicaciones multidispositivo, con un solo clic se tengan al alcance millones de temas de artistas diferentes. En menos espacio físico, ya sea en un dispositivo móvil o en el ordenador, uno tiene acceso a un amplio abanico de artistas.
El que parece resistirse al paso del tiempo es el mundo de los libros, donde todavía se mantienen algunas librerías icónicas, sobre todo en Madrid. Si bien es cierto que hace ya algunos años han aparecido en escena los libros electrónicos, que permiten la compra y la descarga de muchos títulos en un mismo dispositivo, la literatura de formato papel sigue jugando un rol importante y manteniendo una legión de románticos que no se quiere pasar al mundo digital. ¿Hasta a dónde resistirá el formato tradicional de los libros?