Papúa

«Viaje al centro de la jungla»

Papúa - Un buen día en Madrid

El restaurante Papúa situado en la Plaza de Colón nos invita a disfrutar de una experiencia gastronómica única rodeados de naturaleza, ya que han recreado una maravillosa jungla en su interior.

Nos encontramos ante un local muy grande, donde es fácil mantener la distancia de seguridad, lo que se agradece mucho en los tiempos que corren. Las mesas son amplias y cómodas. Además, Papúa cuenta con varios espacios diferenciados, alguno más privado.

La decoración es tribal y elegante, cada detalle está cuidado y encaja dentro del ambiente tropical.

La música chillout que utilizan para acompañar la experiencia está bastante alta, con ello buscan crear un ambiente distendido.

Local cómodo y amplio

En Papúa nos proponen una carta que fusiona lo tradicional y lo exótico, buscando en cada plato sorprender al comensal. Tienen unos principios básicos, buscan que todos los clientes disfruten, se emocionen, se ilusionen y tengan una experiencia que roce la felicidad.

Antes de comenzar la degustación abren con un divertido aperitivo que tiene un guiño a la actual situación, no diremos el nombre por no estropear la sorpresa, pero a parte de sorprendente está muy rico.

Tras este entrante comienza lo complicado, pues los platos que ofrece la carta son numerosos y deliciosos, es un reto difícil decidirse. Verduras, carnes, pescados… hay opciones para todos los públicos, incluso cuentan con un menú especial para los más pequeños.

Lo que probamos estaba absolutamente delicioso. La ensaladilla de pulpo ahumado está especial, es un plato para disfrutar de las texturas, los sabores, y es en sí una oda al crujido. Y qué decir de la tortilla “vaga” de cocochas de merluza braseadas, es suave, jugosa y placentera.

Tortilla «vaga»

Los raviolis de langostinos son un homenaje a “Joël Robuchon” —quien contó con 32 estrellas Michellín—, y en Papúa han conseguido a un coste menor recrear el alma de este famoso plato, todo un lujo probarlo.

También cuentan en su carta con varios tipos de arroces, nosotros pudimos probar el caldero de arroz Carnaroli envejecido 5 años con vieiras, picada de langostino y crema al azafrán. Se trata de un plato cremoso, de sabor intenso, metafóricamente pudimos recrear el mar a la brasa al probarlo.

Como decíamos antes la carta es extensa y variada: ensaladas, croquetas, guisos, tartares, pulpo, cocochas, mollejas, merluza, albóndigas de rape, solomillos, hamburguesas… Y por supuesto también cuentan con varios postres, destacar por originales la tarta «entre algodones» de frambuesas, rosas y lichies con nube de azúcar —con una presentación de lo más sorprendente— y la mini-cake invertida de chocolate fondant 70% origen Papúa con helado de avellanas, que consigue que se te «haga la boca agua» con solo verla…

Mini-cake invertida

Definitivamente es un restaurante que merece la pena conocer. Por lo especial de su decoración, por el trato fabuloso del servicio y por la deliciosa y divertida experiencia gastronómica.