Deporte, humo y cerveza
Una de las virtudes de El Taller es su ubicación, aunque no la única. La Casa de Campo de Madrid es inagotable. Este pulmón verde de la capital española se cuela en la clasificación de parques urbanos más grandes del mundo, al que se puede acceder a pie, en coche, en metro, en bus y mediante su famoso teleférico. En una esquinita al sureste hay un lago, con su embarcadero, que pelea tímidamente contra el popular “vaya, vaya, aquí no hay playa”. Vale, no es el mar, pero nos llamamos Un buen día en Madrid, tendremos que defender lo nuestro, ¿no?
Casa de Campo, y en específico Lago, resulta una opción muy elegida entre los madrileños para hacer deporte. Ya sea la bicicleta, salir a correr, hacer gimnasia en los espacios verdes o simplemente caminar rápido a lo Rajoy, el entorno natural ante el que nos encontramos ofrece un espacio magnífico para la vida sana. Ahora, casi todos los que hacemos deporte y sabemos un poquito de la vida, comprendemos que lo mejor es la caña y la tapa de después. Con este concepto nació El Taller, de la mano del grupo Triciclo y The Hat. El nombre no es en vano, ya que se trata realmente de un taller de bicicletas donde inflar ruedas o arreglar pinchazos. Si has terminado tu carrera o tu caminata, también te da la bienvenida su extensa carta de cervezas, artesanas e industriales, rubias y morenas, tostadas, especiadas, caramelizadas, en fin, para todos los gustos y momentos.
Y la comida, amigos, ¡qué comida! Seguidme en este paseo. Era un caluroso día de primavera, caía ya la tarde sobre el horizonte madrileño. La catedral y el Palacio Real se reflejaban en las tranquilas aguas del lago, las primeras farolas irradiaban una suave luz. A nuestra mesa llegó flotando el aroma de un ceviche de corvina con tomate, cebolla morada, una maravillosa leche de tigre de maracuyá, los gigantescos granos de maíz tostado junto a sus hermanos de choclo y un olor a cilantro que nos remitió directamente al sancocho. El frescor del entrante se agradeció inmediatamente. ¡Perú estaba en la mesa, causita!
Otro entrante que destacar fueron las croquetas de jamón. Sin miedo a equivocarme, las colocaría en un top ten de mejores croquetas de Madrid. Aunque no he probado todas (todavía), lo digo sin tener pruebas ni tampoco dudas. Por supuesto que estas clasificaciones dependen del gusto personal, pero las de El Taller, con los tropezones de jamón y la suave seda de la bechamel, pueden competir contra cualquiera.
A partir de aquí, fue como en una película de Martin Scorsese: todo tacos. Primero tacos al pastor, con una carne protagonista que transportaba a recuerdos felices, a tiempos mejores. Alrededor, la crujiente cebolla, un delicado guacamole, una piña que reivindicaba su presencia junto a alimentos salados… en general, un plato que tenía que crear el comensal y ese toque lúdico de puzle que uno mismo debe armar, le otorgaba un feliz rasgo infantil. Al final de su sabor se podía apreciar un rastro picante, sutil, que impulsaba a dar un traguito de cerveza. También en forma de tacos degustamos un costillar de esos en que la carne se desprende del hueso de forma mantequillosa, una despedida que tiene algo del final de Casablanca.
Ya que me puse cinéfilo, imaginen esta escena final: dos cervezas en un primer plano, dos sonrisas una enfrente de la otra, algo desenfocadas. La cámara se aleja y aparece el Madrid más majestuoso al fondo, rodeado del verde de Casa de Campo. Antes de alejarse del todo, la cámara alcanza a filmar a los comensales disfrutando una tarta de queso. Uno de ellos pregunta al otro “¿Qué te parece?”. La interpelada, pongamos que es una mujer, que además es pastelera, experta en tartas, responde “Lo que se espera”. El chico, cautivado por la corteza de la tarta, pregunta “¿solo lo que se espera?”. “No es nada fácil encontrar una buena tarta de queso y esta cumple las expectativas”, acota la mujer. Entonces brindan y aunque la vista es aérea, el espectador observador sabe que ella bebe una Alhambra Reserva Citra Ipa, puede imaginar los toques cítricos, y él apura una Founders Dirty Bastard, oscura y melosa. Antes del fundido a negro, la terraza de El Taller luce con todo su esplendor y magnificencia a orillas del lago.
Datos de interés
Qué: El Taller (para reservar aquí)
Dónde: Paseo María Teresa, 5
Cómo llegar: metro Lago (L10)
Precios: aprox 35€ por persona