Comida para imaginar
En Nunuka nos dimos cuenta de que, en general, sabemos muy poco de Georgia. Los más despistados pensarán antes en el estado norteamericano que en el país europeo, muchos sabrán que su capital es Tiflis, algunos menos que está acostada sobre las aguas del Mar Negro, muy pocos que tienen un alfabeto propio y único, y casi nadie estará al corriente que el diminutivo cariñoso que usan para Nina es Nunuka. De ahí viene el nombre del restaurante donde aprendimos, o en nuestro caso recordamos, que hay un dato inolvidable de Georgia: se come muy bien.
El local podría representar un bar de Kutaisi, la segunda ciudad de Georgia, para que sepáis más cosas, por su decoración, capaz de transportarte a un país que, al menos para nosotros, es imaginado. Destaca por acogedor, por su barra abierta tipo cocina americana que da la sensación de restaurante casero, transparente.
Unos sofás de terciopelo rojo y varios cuadros de vestimentas locales colgados en la pared terminan de pintar un hogar georgiano, dulcemente ambientado por una música a bajo volumen. Llega la carta y, de alguna manera, entre ese idioma plagado de “L”, “H” y “K”, consigues entenderte e ir saboreando mentalmente los platos.
En Nunuka predomina la carne picada, el queso y la berenjena, una dieta que hermana las aguas del Mar Negro con las de nuestro Mediterráneo, aunque nos explicó el camarero que la sal georgiana tenía sus peculiaridades.
Para abrir boca nos ofrecieron un aperitivo, tan simple como efectivo: tomatitos cherry bañados en aceite y especias, acompañados de pan. Funcionó. La saliva se acumulaba en los carillos, expectante, aguardando un Adjaruli que no tardó en aterrizar.
Por definición, se trata de un pan relleno de queso, mantequilla caliente y una yema de huevo. Por estética, es una cazuela hecha de pan que se devora a sí misma. Por sabor, poesía. Algo atractivo tiene la cocina que hace su último paso frente al comensal: así ocurre con este Adjaruli, cuya yema de huevo llega cruda desde la cocina de Nunuka a la mesa y se funde en los altos hornos de la hirviente mantequilla y el queso fundido.
A esto se suma otro atractivo de la cocina, como es el innegable placer de comer con las manos. Atávico.
De allí pasamos a un Shkmeruli con Tamchijabi, supongo que sabréis lo que es. Para los que a estas alturas de artículo aún no hayan viajado a Georgia, este plato contiene básicamente pollo asado con puré de patatas.
Lo complicado, además del nombre, lo trae en lo ahumado del puré y en la salsa de especias que sumerge al pollo en un infierno de verde fuego valyrio. La salsa también llega hirviendo a la mesa y cae crispiendo sobre la carne blanquecina, a la que enseguida vence con su color verdoso.
No creo que haya que asistir a la European University (una de las universidades más importantes de Georgia, para que sigáis aprendiendo) para saber que mezclar el pollo, la salsa y el puré es siempre una gran idea.
Como último plato salado ordenamos unos Khinkali (¿qué os dije de la K en el lenguaje georgiano?) que en Nunuka nombra como “uno de los platos más tradicionales de Georgia”. Era un must, como les gusta decir a los que no saben utilizar la palabra “obligatorio”.
Y era delicious, delicioso, köstlich o gemrieli. En cualquier idioma se podría decir, porque era un sabor poco agresivo, muy agradable en la boca, que absorbía la salsa que esconden estas creaciones magníficas que, si preguntas a un italiano, guardan relación con un raviol gigante, si bien un asiático te diría que es claramente hermano de los dumplings.
Nosotros no nos paramos demasiado a estudiar su origen, porque desde el primer bocado enamoran. Para mí que, sin ser experto en comida georgiana, Nunuka era mi segunda experiencia, estos Khinkali fueron el mejor plato de los que probamos.
Dentro de la masa la carne picada suma puntos, aunque el gran valor añadido es, sin duda, la salsa que se derrama al hincar el diente. Cuidado, escrupulosos de la limpieza. Este manjar se come con las manos y sin miedo a la mancha.
Y hasta aquí nuestra visita a Nunuka. “¿No probasteis postre?” os estaréis preguntando. No dimos más de nosotros, contradiciendo así a una amiga que aseguraba que los humanos tenemos dos estómagos, uno para comer y otro para el postre.
Esta vez, las abundantes raciones nos tumbaron antes del último asalto y, satisfechos en extremo, no pudimos más que valorar las tartas por la pinta que tenían al pasar hacia otras mesas, lo cual es como no decir nada.
En definitiva, quiero recomendar Nunuka para los coleccionistas gastronómicos de países que te invitan a un restaurante nuevo de Trinidad y Tobago que ha abierto en Carabanchel, pero también para alguien acomodado en las bravas y los calamares del bar Tomás de debajo de su casa.
La georgiana es una cocina amable al paladar, muy acogedora, así como lo fue el espacio en que la degustamos. No os lo perdáis. Es un must.
Datos de Interés:
Qué: Nunuka, restaurante georgiano
Dónde: C/ de la Libertad, 13 | Chueca (L5) | Bus 1, 2, 3, 146
Horario: Martes-Domingo (13:00-01:00)
Precio: aproximadamente 35 euros por persona.
Contacto: Web