Mi último día en Madrid – Por Sheila
No dejaría que se perdiese ni un minuto. Levantarme temprano para ir a la Chocolatería San Ginés y poder empezar el día con un auténtico chocolate con porras, al estilo madrileño ¡todo un placer que no podría perderme!
Al salir, en pleno corazón de Madrid, ver por última vez ese Oso y Madroño y esa Puerta del Sol, que tantos y tan buenos fines de año me han hecho vivir y tener en el recuerdo para siempre. Callejear por Montera, observando la variopinta mezcla de culturas y personas, a veces pareciéndome increíble tal variedad en un espacio tan reducido, a pocos metros del centro de Madrid.
Al llegar a Gran Vía, recorrerla lentamente, dejándome envolver por la gente, el bullicio del tráfico, los sonidos, las luces de los escaparates, el olor a comida recién hecha de todos los bares que la recorren. Detenerme en Plaza España, para despedirme del Quijote y de Sancho Panza, y continuar hasta el Templo de Debod, un lugar mágico en el que trasladarte a Egipto sin salir de tu ciudad. No podría marcharme sin asomarme al mirador, la vista del Palacio Real, de la Almudena, y de la Casa de Campo es espectacular.
Ya con un buen recorrido hecho, el hambre empieza a llamar, y sólo querría saciarlo con un bocadillo de calamares, que me tomaría sentada con calma en la terraza de un bar cualquiera de la Plaza Mayor.
Tras reponer fuerzas, la visita es obligada: la Puerta de Alcalá y el Retiro, en el que he crecido viendo correr a las ardillas y nadar a los patos. El pulmón de nuestra ciudad, donde tumbarse en la hierba a descansar, aunque esta vez no tenga tiempo de leer un buen libro bajo sus árboles.
Al caer la noche, la Latina es mi lugar favorito, para compartir con amigos un buen rato, en el que disfrutar de buenas tapas y una cerveza bien fría.
Soy madrileña, creo que se nota. Madrid, te echaré de menos!!